PROLOGO
CHICAS VOLVÍ, QUIERO ACLARAR QUE ES UNA ADAPTACIÓN Y QUE MI NOVELA MIENTRAS PUBLICO ESTA, LA VOY A ESCRIBIR TANTO COMO MIS TIEMPOS DE LA FACULTAD ME PERMITAN.
ES UNA NOVELA QUE ME HA GUSTADO MUCHO Y QUERIA COMPARTIRLA CON USTEDES EN VERSION LALITER
ESTE PRIMER CAPÍTULO NO VAIS A ENTENDER MUCHO, PERO MAÑANA SE VAN ACLARANDO LAS COSAS
¡ESPERO QUE OS GUSTE!
Belen aferró
con nerviosismo la bolsa de arpillera que contenía el otro vestido, un poco de
agua y el pequeño paquete de comida que había logrado guardar para el viaje
hacia el norte, al otro lado de la frontera. Orlando le había dicho que no
podrían detenerse a comer, a beber ni a
hacer ninguna otra cosa, hasta que llegasen a Los Ángeles. Estaba encerrada en
la parte trasera de un camión viejo que no dejaba de balancearse y botar y que
la lanzaba de un lado para otro cuando no conseguía afianzarse en un rincón y
apuntalarse con los brazos y las piernas dentro de aquel pequeño espacio. Además,
el constante traqueteo hacía que le fuera imposible dormir porque en cuanto se
relajaba acababa arrojándola contra el áspero suelo de madera del vehículo..
Belen estaba
aterrorizada, pero decidida. Enrique había cruzado dos años antes, y le había
dicho que mandaría a buscarla. Pero, en vez de eso, se casó con una
norteamericana para que no lo deportaran, v ella se quedó con sus sueños y el
orgullo destrozados. En México ya no le quedaba nada, y si Enrique había podido
casarse con una estadounidense, ella también podía hacerlo. Y además, con uno
que fuera rico. Era muy guapa, todo el mundo lo decía. Cuando se casara con su rico
norteamericano, buscaría a Enrique y le daría en las narices, y él lamentaría
haberle mentido y traicionado.
Tenía grandes aspiraciones,
pero allí metida, rebotando en la parte trasera de aquel camión que rodaba a
toda prisa por un firme desigual, se.sentía muy pequeña. Oía chirriar el metal
cuando Orando cambiaba de marcha, y una leve exclamación de dolor cuando una de
las otras chicas se golpeaba contra un lado del camión. Había otras tres, todas
jóvenes como ella, todas deseosas de encontrar algo mejor de lo que habían
dejado en México. No se habían dicho sus nombres, no habían hablado gran
cosa; estaban demasiado preocupadas por
el peligro que suponía lo que estaban haciendo, emocionadas y tristes a un
tiempo: tristes por lo que dejaban atrás, emocionadas ante la perspectiva de
mejorar de vida. Cualquier cosa sería mejor que nada, y nada era lo que ahora
tenía.
Pensó en su
madre, que llevaba siete meses muerta, agotada tras una vida entera de trabajo
duro y de criar hijos. «Jamás dejes que Enrique te toque entre las piernas», la
había aleccionado una y otra vez. «Hasta que seas su esposa. Si se lo permites,
no se casará contigo y tú te quedarás con un bebé mientras él se busca otra
muchacha bonita.» Pues bien, ella no había permitido a Enrique que la tocara
entre las piernas, y de todas formas él se había buscado otra muchacha, aunque,
al menos, no la había dejado con un bebé.
Sin embargo,
entendía lo que su madre le había querido decir: No seas como yo. Su madre
quería que tuviera más de lo que había tenido ella. No quería que se hiciera
vieja antes de tiempo, cargada para siempre con un hijo en brazos y otro en el
vientre, muerta antes de cumplir los cuarenta.
Ahora ella
tenía diecisiete años. A esa edad, su madre ya tenía dos hijos pequeños.
Enrique nunca había comprendido la insistencia de Belen en permanecer virgen;
había alternado entre la furia y el gesto mohíno por su persistente negativa a
permitirle que le hiciera el amor. Tal vez la mujer con la que se había casado
le había dejado hacerlo. Si eso era lo único que quería, entonces es que nunca
la amó, reflexionó Belen. ¡De buena se había librado! ¡De ningún modo iba
a malgastar su vida llorando por un...
un imbécil!
Intentó
mantener alto el ánimo diciéndose a sí misma que en Estados Unidos todo sería
mejor; todo el mundo decía que en los Ángeles había más puestos de trabajo que
personas, que todo el mundo tenía coche y televisión. A lo mejor se dedicaba al
cine y se hacía famosa. Todos decían que era guapa, así que existía alguna
posibilidad. Sin embargo, lo cierto en que tenía diecisiete años, que se encontraba
sola, y que tenía mucho miedo.
Una de las otras chicas dijo algo pero su voz se
vio ahogada por el ruido del motor, aunque percibió la tensión en el tono. En
aquel. momento, Belen comprendió que las otras tres estaban tan asustadas como ella. Así que, después de
todo, no estaba sola; eran igual que ella, muy poca cosa, aunque inmediatamente
se infundió coraje.
Agarrándose
para protegerse del traqueteo del camión que saltaba bache tras bache, logró
moverse sobre el piso de madera hasta
situarse lo bastante cerca para poder oír lo que había dicho la chica.
Ya era de día, y por las grietas se
filtraba suficiente luz para distinguir los
rostros de las otras.
¿Qué ocurre? — preguntó.
La chica se retorció las manos en la gastada
tela de su falda. Tengo que aliviarme — contestó en un tono cargado de vergüenza.
—Estamos todas igual — replicó Belen,
comprensiva. Ella misma tenia la vejiga tan llena que le dolía. La había
ignorado todo lo que le había sido posible, pues no quería hacer algo que sabía
que con el tiempo se vería obligada a hacer. Las lágrimas rodaron por las
mejillas de la chica.
No puedo más.
Belen miró a su
alrededor, pero las otras dos parecían tan desvalidas como aquella joven.
—Entonces tendremos que hacer lo que hay que
hacer — dijo, pues parecía ser la única capaz de tomar una decisión — . Designaremos un rincón... ése de ahí. —
Señaló el rincón trasero derecho — . Hay
una grieta, de modo que servirá de desagüe. Ahí nos aliviaremos todas.
La chica se
secó la cara.
¿Y lo otro?
Espero que nos detengamos antes.
Ahora que el
sol estaba alto, el calor en el interior del camión empezaría a aumentar poco a
poco. Era verano; si Orlando no se detenía
y les permitía salir, hasta podrían morirse de calor. Le había dicho que
no pararía hasta llegar a su destino, así que seguramente llegarían pronto a
Los Ángeles. Y como sólo le había pagado la mitad de la tarifa, si se moría, él
no podría cobrar la otra mitad. Normalmente todo el mundo tenía que pagar el
total antes de que el «coyote» los llevase al otro lado de la frontera, pero
como era tan guapa, dijo Orlando, con ella haría una excepción.
Entonces
advirtió que las otras chicas también eran guapas, así que a lo mejor Orlando
también había hecho una excepción con ellas. Aliviarse supuso un esfuerzo en
grupo a causa del traqueteo del camión, pero Belen lo organizó todo. Por
turnos, ella la última, cada una se agachó en cuclillas en el rincón mientras
las demás se apiñaban a su alrededor para sostenerla. Por fin, exhaustas pero
sintiéndose mucho mejor, se dejaron caer en el suelo del camión y descansaron.
Bruscamente,
con un último bote, el vehículo comenzó a rodar suavemente, ella comprendió que
se encontraban en una autopista. ¡Una autopista! Seguro que ya estaban muy
cerca de Los Ángeles.
Pero las horas
de la mañana iban pasando lentamente y el calor en el interior del camión se fue volviendo asfixiante. Belen
procuraba respirar normalmente, pero las
otras chicas estaban jadeando, como si el hecho de inhalar más aire las ayudara
a refrescarse. Pero como el aire estaba caliente, no parecía, lógico.
Por lo menos, a juzgar por cómo sudaban,
no tendrían que aliviarse de nuevo demasiado pronto.
Se aguantó todo
lo que pudo, porque no tenía ni idea de cuánto camino les quedaba por recorrer, pero al final la sed se le hizo
insoportable, y sacó la pequeña botella de
agua que llevaba en la bolsa.
—Tengo agua
—dijo—. No es mucha, así que tendremos
que repartirla. —Miró fijamente a
cada una de ellas—. Si bebéis más de un sorbo
antes de pasar la botella, os daré una bofetada. Y además tiene que ser un sorbo pequeño.
Ante aquella
mirada siniestra, cada chica bebió obedientemente un pequeño sorbo y pasó la
botella. Por alguna razón, al organizarías en la operación de aliviarse, Belen había adquirido el estatus de líder, y aunque
no era muy alta, poseía una fuerza de
voluntad que todas reconocieron. Cuando la botella le llegó a ella, bebió
su correspondiente sorbo y volvió a
pasarla. Entonces, una vez que todas hubieron bebido dos sorbos, Belen puso el tapón y volvió a
guardar la botella en su bolsa.
—Ya sé que no es gran cosa —dijo—, pero no tengo mucha agua, y hemos de
hacerla durar.
Sólo había agua
suficiente para que cada una de ellas bebiera otros dos sorbos. Eso no era mucho, sobre todo cuando a cada hora que
pasaba perdían más de eso sudando, pero tal vez bastara para mantenerlas con
vida. «¿Por qué no habrían pensado las otras chicas en traerse comida y agua?»,
pensó irritada, pero se obligó a no irritarse. Tal vez fuera porque no tenían
nada que traer consigo. Por pobre que fuera ella, siempre había personas que tenían aún menos. Debía ser
amable, tanto de hechos como de pensamientos.
El camión
empezó a aminorarar la velocidad, como se notó por el cambio en el ruido del
motor. Se miraron unas a otras con los ojos brillantes de esperanza.
Entonces salió
de la autopista y se detuvo. El motor no se apagó, pero oyeron la portezuela
cerrarse de un golpe cuando se apeó Orlando. Belen se apresuró a agarrar su
bolso y se puso de pie; como él había dicho que no se detendrían para nada
hasta llegar a Los Ángeles, seguramente habían llegado. Sin embargo, excepto el
ronroneo del motor del camión, no oyó nada más.
Luego le llegó
el sonido de una cadena al golpetear, y en aquel momento se levantó el portón
trasero del camión dejando entrar la luz cegadora del sol y una bocanada de
aire caliente y fresco a la vez. Orlando apareció tan sólo como una forma negra
silueteada contra la luz blanca. Protegiéndose los ojos, las chicas se
apelotonaron en la parte trasera del vehículo y empezaron a bajar con
dificultad.
A medida que
sus ojos se fueron acostumbrando al brillo del sol, Belen miró alrededor,
esperando... No sabía exactamente lo que había esperado, pero sí al menos una
ciudad grande. Sin embargo, allí no había nada más que cielo, sol y arbustos, y
algunos parches de terreno arenoso y gris. Con los ojos muy abiertos, le
dirigió a Orlando una mirada interrogadora.
—Fin del trayecto —anunció—. En el camión hace demasiado calor, os
moriríais. Mi amigo os llevará durante el resto del camino. Su camión tiene
aire acondicionado.
¡Aire
acondicionado! En la aldea de Belen había algunas personas que tenían coche,
pero ninguna de ellas tenía aire acondicionado. El viejo Vásquez había señalado
con orgullo los mandos del salpicadero de su automóvil que en otro tiempo habían
hecho salir aire frío por las rejillas de ventilación, pero que ya no
funcionaban, y ella nunca había disfrutado de ello. Pero sí sabía lo que era.
¡Iba a viajar en un camión con aire acondicionado! El viejo Vásquez se pondría
de lo más celoso si se enterara.
De detrás del
camión surgió un hombre alto y delgado vestido con vaqueros y una camisa de
cuadros. Llevaba cuatro botellas de agua, que entregó a las chicas para que
bebieran. El agua estaba fría, y las botellas húmedas por la condensación.
Ellas, sedientas, se tragaron el agua a borbotones mientras el hombre
conversaba con Orlando en inglés, lengua que no hablaba ninguna de ellas.
—Éste es Teo —dijo Orlando por fin—. Debéis hacer lo que él os diga. Habla un
poco vuestro idioma, lo suficiente para que entendáis lo que os diga. Si le
desobedecéis, los policías americanos os encontrarán y os meterán en la cárcel,
y no saldréis jamás. ¿Entendido?
Todas
asintieron solemnemente. A continuación las apremiaron para que subieran a la
gran autocaravana blanca de Teo. Allí había dos sacos de dormir tirados en el
suelo y una banqueta pequeña que tenía un agujero en la parte superior y que al
examinarla resultó ser un retrete. No había espacio para estar de pie; tenían
que permanecer sentadas o tumbadas, pero después de pasar una noche sin dormir,
eso no les importó. El aire frío y la música, dos cosas que resultaban
increíblemente relajantes, se esparcieron por el remolque a través de la
ventanilla trasera de la cabina. Tras extender los dos sacos de dormir para
poder tumbarse todas, las cuatro muchachas no tardaron en dormirse.
No se había
imaginado que Los Ángeles estuviera tan lejos, pensó Belen dos días más tarde.
Estaba cansada de ir en aquella autocaravana, de no poder ponerse de pie ni
moverse con libertad. Los estiramientos mantenían sus músculos lo más flexibles
posible, pero lo que deseaba realmente era caminar. Siempre había sido una
joven activa, y aquella limitación, aunque necesaria, la enloquecía.
Les daban de
comer con regularidad, y también agua para beber. Sin embargo, no habían podido
lavarse, y todas olían realmente mal. En ocasiones, Teo se detenía en una zona
desierta y levantaba la puerta trasera de la caravana para dejar salir el aire,
pero la ventilación nunca era completa y en cualquier caso no duraba lo
suficiente. Mirando por la ventanilla trasera de la cabina, Belen había
observado cómo el desierto vacío iba dando paso a llanas praderas. Luego,
paulatinamente, aparecieron áreas de bosque y por fin, el último día, vio
montañas; montañas verdes, exuberantes, interminables. Había zonas de pastos
salpicadas de ganado, bonitos valles, ríos de color verde oscuro. El aire se
notaba denso y húmedo, perfumado con el aroma de miles de variedades distintas
de árboles y flores. ¡Y coches! Había más coches de los que había visto en toda
su vida. Habían pasado por una ciudad que le había parecido enorme, pero cuando
le preguntó a Teo si aquello era Los Ángeles, él contestó que no, que se
llamaba Memphis. Todavía faltaba mucho para que llegaran a su destino.
«¡Estados
Unidos debe ser enorme si llevamos ya varios días viajando y todavía falta
tanto para Los Ángeles!», pensó Belen.
Sin embargo, la
noche del segundo día, por fin se detuvieron. Cuando Teo abrió la puerta de la
caravana y las dejó salir, las muchachas apenas podían andar, después de haber
pasado tanto tiempo enjauladas. Aparcó delante de una gran autocaravana; Belen
miró a su alrededor buscando algo que indicara una ciudad, pero aún parecían
estar lejos de algo así. Las estrellas brillaban en lo alto, y la noche bullía
de vida con el gorjeo de los insectos y el ulular de las aves. Teo abrió la
puerta de la autocaravana e introdujo en ella a las chicas, que suspiraron al
ver aquel lujo. El interior estaba amueblado, había una cocina de lo más
asombroso con electrodomésticos que no tenían ni idea de cómo funcionaban, y un
cuarto de baño que ni siquiera en sus sueños habían visto. Les dijo que se
bañaran y les entregó a cada una un vestido ligero y suelto que se ponía por la
cabeza. Los vestidos eran para ellas.
Estaban
asombradas por tanta amabilidad, y emocionadas con sus vestidos nuevos. Belen
acarició la tela con la mano, suave y ligera. Su vestido era blanco con un
estampado de florecillas rojas, y le pareció precioso.
Se bañaron con el
agua que salía de un grifo de la pared, y usaron un jabón que olía a perfume.
Había un jabón especial para el pelo, un jabón líquido que hacía montones de
espuma. ¡Y también cepillos de dientes! Para cuando Belen salió del baño,
después de haber esperado la última porque las demás parecían estar al límite
de sus fuerzas, estaba más limpia de lo que había estado jamás en su vida. Se
sentía tan extasiada por el placer del jabón que se bañó y se lavó el pelo dos
veces. A esas alturas, del grifo dejó de salir agua caliente, sólo salía fría,
pero no le importó. Era maravilloso sentirse limpia de nuevo.
Estaba
descalza, y no tenía ropa interior que ponerse porque estaba toda muy sucia,
pero se puso su vestido nuevo y limpio y se retorció el pelo húmedo en un moño
en la nuca. Al mirarse en el espejo, vio una muchacha bonita de piel morena y
lisa, luminosos ojos castaños y una boca plena y roja, muy diferente de la
desastrada criatura que se había reflejado antes en él.
Las otras
chicas ya estaban durmiendo en el dormitorio, acurrucadas bajo las mantas, con
la piel de gallina en los brazos de tan frío que era el aire. Fue al cuarto de
estar a despedirse de Teo para darle las gracias por todo lo que había hecho
por ellas. La televisión estaba encendida, y él miraba un partido de béisbol.
Levantó la vista y le sonrió, indicándole dos vasos llenos de hielo y de un
líquido oscuro, sobre la mesa que estaba junto a él.
—Te he preparado algo de beber —dijo, o
eso fue lo que Belen creyó que dijo, porque su español no era muy bueno. Él
tomó su vaso y bebió un sorbo—. Coca—Cola.
¡Ah, eso sí lo
entendió! Cogió el vaso que él le señalaba y bebió la cola fría, dulce y
picante. Le encantó sentir cómo le bajaba por la garganta. Teo le indicó que se
sentara, y así lo hizo, pero en el otro extremo del sofá como le había enseñado
su madre. Estaba muy cansada, pero se sentaría unos minutos por cortesía, y a
decir verdad se sentía muy agradecida con él. Era un hombre agradable, pensó, y
tenía unos ojos de color azules muy tiernos y ligeramente tristes.
Él le dio unos
cuantos frutos secos salados, y de pronto a ella le vinieron mucho de gusto,
como si su cuerpo necesitase reponer la sal que había perdido durante la
primera parte del viaje. Luego necesitó más Coca—Cola, y Teo se levantó y le
preparó otra. Resultaba extraño que un hombre le trajera cosas a ella, pero a
lo mejor era así como funcionaba todo en Estados Unidos. A lo mejor eran los
hombres los que atendían a las mujeres. En tal caso, ¡lo único que lamentaba
era no haber venido antes!
El cansancio
aumentaba por momentos. Bostezó, y se excusó por haberlo hecho, pero Teo se
limitó a reír y a decir que no pasaba nada. No podía mantener abiertos los ojos
ni la cabeza erguida. En varias ocasiones se le cayó hacia delante y ella la levantó
otra vez de golpe, sin embargo los músculos de su cuello ya no querían
funcionar, y en lugar de alzar la cabeza sintió que se iba deslizando hacia un
lado. Entonces vio a Teo que la ayudaba a tumbarse, le apoyaba la cabeza en el
cojín y le extendía las piernas. Todavía le estaba tocando las piernas, pensó Belen
vagamente, e intentó decirle que se detuviera, pero su lengua no era capaz de
articular palabra. Y Teo la estaba tocando entre las piernas, donde jamás había
dejado que la tocara nadie.
No, pensó.
Entonces le
sobrevino la oscuridad, y ya no pensó nada más.
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ESTE CAPÍTULO ES LARGO, PERO QUERIA QUE ESTO PASARA DE UNA VEZ... MAÑANA APARECEN NUESTROS PROTAGONISTAS
¡¡¡¡FIRMEN!!!!
LAS QUIERO
FATY****
yo necesito mas para entender! asi que mas nena quiero mas!
ResponderEliminarBesos! TeQ! :D
Bego
@beazam29
Faty gnial aunque si t digo la verdad esque no me enterdo de mada espero mas
ResponderEliminarEeem creo que para entender bien que onda con la historia tengo que leer mas jaja
ResponderEliminarEspero el proximoo
Besitoos (:
Arii
@AriadnaAyelen
esperando mas....no se entiende mucho pero te deja con gasa de saber mas =) esperando mas ... BESOS!!!!! MUACKS ♥
ResponderEliminar@Inma_:06
Creo q entendí un poco por donde viene la cosa! Espero q en los proximos se me aclare más! Más nove!
ResponderEliminarLlevas razon, no entiendo nada jajajaja...quiero mas
ResponderEliminarYo creo haber entendido,este Teo de caballero no tiene nada!Quiero a nuestros protagonistas,el nombre Teo me trae malos recuerdos y lA foto ni te digo,JAJAJA
ResponderEliminarEstoy segura q es una muy buena historia!
Belén es una victima de los crimenes que tiene que investigar Peter?
ResponderEliminaradliaf quiero entender esta parte! jajaja
un beso
huuu chann pobree
ResponderEliminarmass novee
ahhhhhh quiero más! que tarada mucho que mi madre me dijo, mi madre me dijo y estoy más que segura que teo la drogo y que no van a llegar a los ángeles como "el sueño americano" si no que el tipo les hacia descuentos a las bonitas para contrabando de señoritas! puede ser??? voy por buen camino??? jajajja igual es una TARADA! que es lo primero que te dicen cuando vas a la discoteca: "no recibas bebidas abiertas de desconocidos" y que hace ella... ayayyyy me EN CAN TO! besos Fatu! love u! :D
ResponderEliminarEntendi,espero equivocarme,trafico d mujeres.
ResponderEliminarMmmmmmmm esto me suena a trata de personas!!
ResponderEliminarQuiero más!
Lore456
Entendi Poco ´Pero Quiero Mas
ResponderEliminaryo creo qe ese es el caso qe tiene qe resolver Peter por casualidad??? porqe como habias dicho algo de qe era policia :D espero qe sea eso !!! jajaja buenisimo el cap, y me suena a que voy a odiar a Teo muchisimo ¬¬ buenisima la nove Faty! ya leo el otro cap! ♥ @LuciaVega14
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