¡¡¡CHICAS METANLE A LAS FIRMAS!!!
¡¡¡MAÑANA APARECE PETER!!!
CAPITULO 4
Lali condujo de
camino al trabajo con el piloto automático. Por suerte, no había señales de
stop de las que preocuparse, y sólo encontró un semáforo: el que permitía que
transcurriera la vida en una población pequeña. Vivía a sólo cinco manzanas de
la biblioteca y, para cuidar del medio ambiente, a menudo iba a trabajar a pie
si hacía buen tiempo, pero todavía estaba lloviendo a mares y de todos modos en
verano el calor siempre conseguía apoderarse de su consciencia.
Su cerebro
bullía de planes, y antes de guardar el bolso en el último cajón de su mesa,
sacó la hoja de papel en la que había garabateado las tareas que necesitaba
emprender, para estudiarlas de nuevo. Su madre y tía Gime se mostraron
entusiasmadas, agregaron ideas suyas, y tras pensarlo detenidamente todas
estuvieron de acuerdo en que antes de nada debería ponerse manos a la obra con
los puntos más importantes. Lali tenía una cuenta bancaria saneada, gracias a
que vivía con su madre y con tía Gime y a que compartía los gastos con ellas.
No es que la compra del supermercado y los gastos del agua y la luz fueran muy
grandes, y además aquella vieja casa hacía mucho tiempo que ya estaba pagada.
Su coche era un Ford de ocho años, financiado a tres años, de modo que llevaba
cinco sin ni siquiera tener que pagarlo. El salario de la bibliotecaria de un
pueblo pequeño no era gran cosa, aunque ella fuera la directora de la
biblioteca, un título muy rimbombante que en realidad no significaba nada, dado
que el alcalde era de hecho quien contrataba y despedía a los empleados, así
que lo único que ella tenía que hacer era decidir qué libros adquiría la
biblioteca con su nada impresionante presupuesto, y ahí se acababa todo. Pero
cuando en el banco se mete todos los años por lo menos la mitad, en ocasiones
más, de un sueldo incluso poco impresionante, eso va sumando. Si hasta había
invertido en Bolsa, después de investigar detenidamente en Internet qué
empresas elegir, y le había ido muy bien, aunque fuera ella misma quien lo
dijera. No era que Warren Buffett tuviera motivos para estar celoso, pero Lali
estaba orgullosa de su capitalito.
En resumen, que
no le costaría mucho vivir sola. Sin embargo, no había muchas viviendas en
alquiler en Hilisboro, Alabama, aunque siempre podía trasladarse a otra
población más grande, Scottsboro o Fort Payne, pero no quería alejarse. Su
hermana ya se había mudado a Huntsville, y aunque en realidad eso no quedaba
tan lejos, aproximadamente a una hora en coche, seguía sin ser lo mismo que
vivir en la misma localidad. Además, Charly Notan, el alcalde, estaba
verdaderamente obsesionado en contratar sólo a ciudadanos de Hilisboro para
cargos municipales, una política que Lali aprobaba. Difícilmente podía pedirle
que hiciera una excepción en su caso. Simplemente, tendría que buscar un lugar
donde vivir allí mismo.
Hilisboro sólo
tenía un periódico semanal de corta tirada que salía los viernes, pero ella aún
tenía en su mesa la edición de la semana anterior. La abrió por la sección de
anuncios —una página— y escrutó rápidamente las columnas. Se fijó en que habían
encontrado un gato calicó en Vine Street y en que la señora Washburn estaba
buscando una persona que la ayudase a cuidar de su suegro, que tenía noventa y
ocho años y le gustaba desnudarse en los momentos más inopinados, como por ejemplo
cuando estaba rodeado de gente. Alquileres, alquileres... Dio con la pequeña
sección y rápidamente se puso a repasarla. Había ocho anuncios, más de los que
esperaba.
Había una
dirección que le resultó familiar, y desechó ese alquiler inmediatamente; se
trataba de una habitación en el piso de arriba de la casa de Beulah Wilson, y
todo el mundo sabía que Beulah invadía la intimidad de sus inquilinos cuando se
le antojaba, registraba las habitaciones como si fuera un perro entrenado para
olfatear toneladas de cocaína y luego cotilleaba con sus viejas compinches
sobre lo que había encontrado. Así fue como todo el pueblo se enteró de que la
señorita Mavis Dixon tenía una caja llena de revistas Cosmopolitan, aunque la susodicha señorita le resultaba tan odiosa
y antipática a todo el mundo que la gente coincidió en que las páginas
centrales de la revista eran lo más cerca que iba a estar nunca de unos
genitales masculinos.
De ninguna
manera se iría a vivir a la casa de Beulah Wiison.
Y aquello
reducía las posibilidades a siete.
—Vine Street —musitó, leyendo el anuncio
siguiente. Seguramente se trataba del pequeño apartamento que tenían los
Simmons encima del garaje. Hum, no estaría nada mal. Seguramente el alquiler
sería muy razonable, el barrio era bueno y disfrutaría de intimidad, porque
Edith Simmons era una viuda que sufría artritis aguda en las rodillas y de
ningún modo podría subir las escaleras para fisgonear. Todo el mundo sabía que
tenía a una persona contratada para limpiar la casa porque ella ni siquiera
podía agacharse.
Lali rodeó el
anuncio con un círculo y pasó a leer los demás rápidamente. Había dos pisos
vacíos en Forrest Hills, yendo por la autopista, pero el alquiler era alto y
los pisos feos. Ahí estaban, aunque sólo los tendría en cuenta si la señora
Simmons ya hubiera alquilado el apartamento del garaje. También había una casa
en una tal Lassiter Avenue, pero la dirección no le resultó conocida. Giró en
su silla para buscar Lassiter Avenue en el mapa municipal, e inmediatamente
desechó el anuncio porque estaba en la zona más conflintiva del pueblo. No
sabía exactamente hasta qué punto era conflictiva, y se imaginó que Hilisboro
también tendría su correspondiente cuota de delincuencia.
Por lo demás,
los anuncios que quedaban eran poco apetecibles:
Un lado de un
dúplex, que siempre estaba disponible, porque en el otro lado vivía aquella
gentuza de la familia Farris y nadie soportaba los gritos y las blasfemias
durante mucho tiempo, y otra casa que también se encontraba demasiado lejos,
casi en Fort Payne. El último anuncio correspondía a una caravana, situada
asimismo en la parte mala del pueblo.
Se apresuró a
marcar el número de la señora Simmons con la esperanza de que el apartamento
siguiera vacío, ya que el periódico era de hace cuatro días.
El teléfono
sonó y sonó; la señora Simmons necesitaría tiempo para llegar hasta él, de modo
que se armó de paciencia. Varney, su hijo, le había regalado un teléfono
inalámbrico para que pudiera llevárselo a todas partes y así no tuviera que
desplazarse a ningún sitio para atenderlo, pero ella estaba anclada en sus
costumbres y consideraba una molestia cargar con aquel aparato todo el día, de
modo que se le cayó por accidente en el inodoro del baño, y ahí quedó la cosa.
Después volvió a usar el teléfono fijo, y Varney comprendió que no sería
sensato comprarle otro inalámbrico para que acabase ahogado.
—Diga.
La voz de la
señora Simmons temblaba tanto como sus rodillas.
—Hola, señora Simmons. Soy Lali Espósito.
¿Cómo está?
—Muy bien, querida. La lluvia hace que me
duelan los huesos, pero nos hace falta, así que no debo quejarme. ¿Cómo están
tu madre y tu tía Gimena?
—Muy bien, gracias. Ocupadas enlatando tomates del
jardín.
—Yo ya no hago conservas —dijo la señora
Simmons con su voz quebradiza—. El año
pasado, Timmie (Timmie era la mujer de Varney) me trajo peras e hicimos peras
en conserva, pero ni siquiera me molesto en tener un huerto. Mis viejas
rodillas no están para muchos trotes.
—Podría pensar en operarse para que le implanten otras
nuevas —le sugirió Lali.
Sintió el impulso de probar, por respeto, aunque sabía que Varney y Timmie
llevaban años sugiriéndole lo mismo, sin éxito alguno.
—Verás, Mertis Bainbridge se operó, y dijo
que jamás volvería a pasar por eso. No le ha dado más que problemas.
Mertis Bainbridge
era una hipocondríaca, además de una quejica para todo. Si le regalasen un
coche, se quejaría de tener que comprar gasolina. Lali se abstuvo de señalar
ese detalle, porque Mertis era una de las mejores amigas de la señora Simmons.
—No todo el mundo es igual —dijo
diplomáticamente—. Usted es mucho más
fuerte que Mertis, puede que le diera mejor resultado.
A la señora
Simmons le gustaba que le dijeran lo fuerte que era, para poder soportar aquel
dolor.
—Bueno, me lo pensaré.
No iba a hacer
semejante cosa, pero Lali había satisfecho los requisitos sociales; pasó al
propósito de su llamada.
—El motivo por el que la llamo es para
preguntarle por el apartamento de su garaje. ¿Lo ha alquilado ya?
—Todavía no, querida. ¿Conoces a alguien a
quien pueda interesarle?
—Me interesa a mí. ¿Le vendría bien que
fuera por ahí a la hora del almuerzo a verlo?
—Bueno, supongo que sí. Deja que lo consulte
con tu madre. Ya volveré a llamarte. Estás en el trabajo, ¿verdad?
Lali parpadeó.
¿Había oído lo que había oído?
—¿Perdón? —dijo en tono cortés—. ¿Para qué necesita consultarlo con mi
madre?
—Pues para saber si ella está de acuerdo,
naturalmente. No podría permitir que alquilases mi apartamento sin su permiso.
Aquellas palabras fueron como una bofetada en la cara.
—¿Su permiso? —dijo con voz ahogada—. Tengo treinta y cuatro años. No necesito
permiso para vivir donde yo quiera.
—A lo mejor has discutido con ella, querida,
pero yo no podría herir así los sentimientos de Majo.
—No hemos discutido —protestó Lali. Se
le había formado un nudo en la garganta que apenas le permitía hablar. Dios,
¿es que todo el pueblo la consideraba tan inútil que no podía hacer nada sin el
permiso de su madre? ¡Con razón nunca tenía citas con hombres! La humillación
se mezcló con la rabia al ver que la señora Simmons ni siquiera pensaba que la
hubiera insultado—. Pensándolo mejor,
señora Simmons, no creo que me convenga el apartamento. Lamento haberla
molestado.
Era un gesto de
mala educación, pero colgó el teléfono sin la despedida de costumbre.
Probablemente, la señora Simmons les contaría a todas sus amigas lo brusca que
había sido Lali y que estaba enfadada con su madre, pero no pudo evitarlo.
Además, puede que la señora Simmons no fisgoneara el interior del apartamento,
pero desde luego que vigilaría todas sus idas y venidas y se sentiría obligada
a informar de ellas a su madre. No es que tuviera la intención de hacer nada
malo, pero aun con todo...
Sintió la
humillación arder en su interior. ¿Era así como la veían todos sus amigos y
conocidos? Siempre se había considerado inteligente, responsable e
independiente, ¡pero estaba claro que la señora Simmons, que la conocía de toda
la vida, no lo veía del mismo modo!
El paso que
estaba dando llegaba con retraso, con mucho retraso. Debería haberlo dado diez
años antes. Por aquel entonces le habría resultado fácil cambiar su imagen.
Ahora tenía la sensación de necesitar una ley del Congreso —¡y un permiso firmado de su madre!— para cambiar la imagen que la
gente tenía de ella.
Tal vez
terminase siendo mejor no vivir en el apartamento de la señora Simmons, después
de todo. Estaría fuera de la casa de su madre, pero todavía «bajo supervisión».
Si quería cambiar su imagen, tendría que dar la impresión de gozar de completa
libertad.
GIULA: ¡PRIMERA EN FIRMAR!
ANONIMO: LA DE "A PESAR DE TODO" SI QUE ESTA PARA DESCARGAR MANDAME UN EMAIL Y TE LA PASO, LA ULTIMA QUE ESCRIBÍ NO LA QUIERO PONER PARA DESCARGAR DE MOMENTO. QUIZAS MAS ADELANTE.
FORCEL14: SI TE DIGO DE QUIEN ES EL LIBRO TE LO DESCARGAS Y NO ME LEES MAS JJAJAJAJA! ASI QUE TOP SECRET ;-) BESOSS
¡¡¡FIRMEN!!! ¡¡¡QUE NO CUESTA NADA!!! SI HAY MUCHAS FIRMITAS MAÑANA QUIZAS UNA MINI MARATÓN :-)
LAS QUIERO
FATY***
¿Como que le tiene que pedir permiso a la madre? Señora que tiene 34 años no 16. Que loca por favor!
ResponderEliminarMás nove quiero mas!
Besos! TeQ! :D
Bego
@beazam29
JJAJAJAJAJA DIOS ENCIMA LA SEÑORA QUE PERMISO OCUPA AL FIN Y AL CABO LALI LO PAGARA
ResponderEliminarjajaja eso tambien es verdad... bueno, pero no me importa nada leer tu novela me esta gustando mucho!! cuando puedas otro cap!! besos
ResponderEliminarPERMISO A SU MADRE¿¿¿??? lo que faltaba ya vamos... que fuerte con 34 años...
ResponderEliminaresperando con ganas el cambio de look de Lali, y tambien el cambio de su forma de pensar y de ver las cosas =D
besos!!!!!!! MUACKS ♥
JAJa,además de cambio de imagen y actitud necesita cambio de mente...pedir permiso a los 34,dios nos libre!JAJA
ResponderEliminarme encanta.. quiero Peter YAAA!! jajaja
ResponderEliminarjajaja me encanta la nove
ResponderEliminarme encantaaaaa :))))
ResponderEliminarbesos
Me encanta ,q feo q a esa edad le digan de pedirle permiso a la madre je! Espero más!
ResponderEliminarMe encantaa, se pone interesante jaja
ResponderEliminarEspero maaas :D
Besitoos
Arii
@AriadnaAyelen
me encantoo mass ♥
ResponderEliminarSiento no haberte firmado antes, ya te dije que sali super cansada del trabajo y no leínada en todo el dia, pero ahora me he puestoal día y te juro que me muero por conocer a Peter, me encanta esta historia, lo que no me cuadra todavía es el primer capitulo...quiero mas
ResponderEliminarPobre Lali, está totalmente asfixiada en ese pueblo, la vigilan y controlan!!
ResponderEliminarEs como refrán "pueblo chico, infierno grande" jajaja
Quiero más!
Lore456
simpatico el viejito ese eh!? yo odiaria que me hagan algo asi, si a los 34 años para todos sigo siendo la chica que necesita el permiso de su mama para algo me voy a escapar ajajaj no se, no me gustaria nada..perdon que firmè tarde! no veo la hora que aparezca peter! besos!
ResponderEliminarMe encanta la nove !!!
ResponderEliminarQuiero laliter jajaja
Besoss
leti2311
ajjj que señora más pesada! que se tiene que meter en su vida, y más aún como que preguntarle a su mamá :O TIENE 34!!!
ResponderEliminarMás nove Faty!!! Me encanta ;) besos y te quiero!!!!
Jajaja,la vida de pueblo ,no te puedes librar d un solo vecino,estas en boca d todos ,hagas lo k hagas.
ResponderEliminarNoooo, pobrecitaaaa cada vez va de mal en peor pobre Lali!!!! u.u todo se va a arreglar cuando aparesca Peter ♥ :D ajajajaja @LuciaVega14
ResponderEliminar