jueves, 17 de mayo de 2012

CAPÍTULO 4

¡¡¡CHICAS METANLE A LAS FIRMAS!!!
¡¡¡MAÑANA APARECE PETER!!!

CAPITULO 4

Lali condujo de camino al trabajo con el piloto automático. Por suerte, no había señales de stop de las que preocuparse, y sólo encontró un semáforo: el que permitía que transcurriera la vida en una población pequeña. Vivía a sólo cinco manzanas de la biblioteca y, para cuidar del medio ambiente, a menudo iba a trabajar a pie si hacía buen tiempo, pero todavía estaba lloviendo a mares y de todos modos en verano el calor siempre conseguía apoderarse de su consciencia.
Su cerebro bullía de planes, y antes de guardar el bolso en el último cajón de su mesa, sacó la hoja de papel en la que había garabateado las tareas que necesitaba emprender, para estudiarlas de nuevo. Su madre y tía Gime se mostraron entusiasmadas, agregaron ideas suyas, y tras pensarlo detenidamente todas estuvieron de acuerdo en que antes de nada debería ponerse manos a la obra con los puntos más importantes. Lali tenía una cuenta bancaria saneada, gracias a que vivía con su madre y con tía Gime y a que compartía los gastos con ellas. No es que la compra del supermercado y los gastos del agua y la luz fueran muy grandes, y además aquella vieja casa hacía mucho tiempo que ya estaba pagada. Su coche era un Ford de ocho años, financiado a tres años, de modo que llevaba cinco sin ni siquiera tener que pagarlo. El salario de la bibliotecaria de un pueblo pequeño no era gran cosa, aunque ella fuera la directora de la biblioteca, un título muy rimbombante que en realidad no significaba nada, dado que el alcalde era de hecho quien contrataba y despedía a los empleados, así que lo único que ella tenía que hacer era decidir qué libros adquiría la biblioteca con su nada impresionante presupuesto, y ahí se acababa todo. Pero cuando en el banco se mete todos los años por lo menos la mitad, en ocasiones más, de un sueldo incluso poco impresionante, eso va sumando. Si hasta había invertido en Bolsa, después de investigar detenidamente en Internet qué empresas elegir, y le había ido muy bien, aunque fuera ella misma quien lo dijera. No era que Warren Buffett tuviera motivos para estar celoso, pero Lali estaba orgullosa de su capitalito.
En resumen, que no le costaría mucho vivir sola. Sin embargo, no había muchas viviendas en alquiler en Hilisboro, Alabama, aunque siempre podía trasladarse a otra población más grande, Scottsboro o Fort Payne, pero no quería alejarse. Su hermana ya se había mudado a Huntsville, y aunque en realidad eso no quedaba tan lejos, aproximadamente a una hora en coche, seguía sin ser lo mismo que vivir en la misma localidad. Además, Charly Notan, el alcalde, estaba verdaderamente obsesionado en contratar sólo a ciudadanos de Hilisboro para cargos municipales, una política que Lali aprobaba. Difícilmente podía pedirle que hiciera una excepción en su caso. Simplemente, tendría que buscar un lugar donde vivir allí mismo.
Hilisboro sólo tenía un periódico semanal de corta tirada que salía los viernes, pero ella aún tenía en su mesa la edición de la semana anterior. La abrió por la sección de anuncios —una página— y escrutó rápidamente las columnas. Se fijó en que habían encontrado un gato calicó en Vine Street y en que la señora Washburn estaba buscando una persona que la ayudase a cuidar de su suegro, que tenía noventa y ocho años y le gustaba desnudarse en los momentos más inopinados, como por ejemplo cuando estaba rodeado de gente. Alquileres, alquileres... Dio con la pequeña sección y rápidamente se puso a repasarla. Había ocho anuncios, más de los que esperaba.
Había una dirección que le resultó familiar, y desechó ese alquiler inmediatamente; se trataba de una habitación en el piso de arriba de la casa de Beulah Wilson, y todo el mundo sabía que Beulah invadía la intimidad de sus inquilinos cuando se le antojaba, registraba las habitaciones como si fuera un perro entrenado para olfatear toneladas de cocaína y luego cotilleaba con sus viejas compinches sobre lo que había encontrado. Así fue como todo el pueblo se enteró de que la señorita Mavis Dixon tenía una caja llena de revistas Cosmopolitan, aunque la susodicha señorita le resultaba tan odiosa y antipática a todo el mundo que la gente coincidió en que las páginas centrales de la revista eran lo más cerca que iba a estar nunca de unos genitales masculinos.
De ninguna manera se iría a vivir a la casa de Beulah Wiison.
Y aquello reducía las posibilidades a siete.
Vine Street —musitó, leyendo el anuncio siguiente. Seguramente se trataba del pequeño apartamento que tenían los Simmons encima del garaje. Hum, no estaría nada mal. Seguramente el alquiler sería muy razonable, el barrio era bueno y disfrutaría de intimidad, porque Edith Simmons era una viuda que sufría artritis aguda en las rodillas y de ningún modo podría subir las escaleras para fisgonear. Todo el mundo sabía que tenía a una persona contratada para limpiar la casa porque ella ni siquiera podía agacharse.
Lali rodeó el anuncio con un círculo y pasó a leer los demás rápidamente. Había dos pisos vacíos en Forrest Hills, yendo por la autopista, pero el alquiler era alto y los pisos feos. Ahí estaban, aunque sólo los tendría en cuenta si la señora Simmons ya hubiera alquilado el apartamento del garaje. También había una casa en una tal Lassiter Avenue, pero la dirección no le resultó conocida. Giró en su silla para buscar Lassiter Avenue en el mapa municipal, e inmediatamente desechó el anuncio porque estaba en la zona más conflintiva del pueblo. No sabía exactamente hasta qué punto era conflictiva, y se imaginó que Hilisboro también tendría su correspondiente cuota de delincuencia.
Por lo demás, los anuncios que quedaban eran poco apetecibles:
Un lado de un dúplex, que siempre estaba disponible, porque en el otro lado vivía aquella gentuza de la familia Farris y nadie soportaba los gritos y las blasfemias durante mucho tiempo, y otra casa que también se encontraba demasiado lejos, casi en Fort Payne. El último anuncio correspondía a una caravana, situada asimismo en la parte mala del pueblo.
Se apresuró a marcar el número de la señora Simmons con la esperanza de que el apartamento siguiera vacío, ya que el periódico era de hace cuatro días.
El teléfono sonó y sonó; la señora Simmons necesitaría tiempo para llegar hasta él, de modo que se armó de paciencia. Varney, su hijo, le había regalado un teléfono inalámbrico para que pudiera llevárselo a todas partes y así no tuviera que desplazarse a ningún sitio para atenderlo, pero ella estaba anclada en sus costumbres y consideraba una molestia cargar con aquel aparato todo el día, de modo que se le cayó por accidente en el inodoro del baño, y ahí quedó la cosa. Después volvió a usar el teléfono fijo, y Varney comprendió que no sería sensato comprarle otro inalámbrico para que acabase ahogado.
Diga.
La voz de la señora Simmons temblaba tanto como sus rodillas.
Hola, señora Simmons. Soy Lali Espósito. ¿Cómo está?
Muy bien, querida. La lluvia hace que me duelan los huesos, pero nos hace falta, así que no debo quejarme. ¿Cómo están tu madre y tu tía Gimena?
—Muy bien, gracias. Ocupadas enlatando tomates del jardín.
Yo ya no hago conservas —dijo la señora Simmons con su voz quebradiza—. El año pasado, Timmie (Timmie era la mujer de Varney) me trajo peras e hicimos peras en conserva, pero ni siquiera me molesto en tener un huerto. Mis viejas rodillas no están para muchos trotes.
—Podría pensar en operarse para que le implanten otras nuevas —le sugirió Lali. Sintió el impulso de probar, por respeto, aunque sabía que Varney y Timmie llevaban años sugiriéndole lo mismo, sin éxito alguno.
Verás, Mertis Bainbridge se operó, y dijo que jamás volvería a pasar por eso. No le ha dado más que problemas.
Mertis Bainbridge era una hipocondríaca, además de una quejica para todo. Si le regalasen un coche, se quejaría de tener que comprar gasolina. Lali se abstuvo de señalar ese detalle, porque Mertis era una de las mejores amigas de la señora Simmons.
No todo el mundo es igual —dijo diplomáticamente—. Usted es mucho más fuerte que Mertis, puede que le diera mejor resultado.
A la señora Simmons le gustaba que le dijeran lo fuerte que era, para poder soportar aquel dolor.
Bueno, me lo pensaré.
No iba a hacer semejante cosa, pero Lali había satisfecho los requisitos sociales; pasó al propósito de su llamada.     
El motivo por el que la llamo es para preguntarle por el apartamento de su garaje. ¿Lo ha alquilado ya?
Todavía no, querida. ¿Conoces a alguien a quien pueda interesarle?
Me interesa a mí. ¿Le vendría bien que fuera por ahí a la hora del almuerzo a verlo?
Bueno, supongo que sí. Deja que lo consulte con tu madre. Ya volveré a llamarte. Estás en el trabajo, ¿verdad?
Lali parpadeó. ¿Había oído lo que había oído?
¿Perdón? —dijo en tono cortés—. ¿Para qué necesita consultarlo con mi madre?
Pues para saber si ella está de acuerdo, naturalmente. No podría permitir que alquilases mi apartamento sin su permiso. Aquellas palabras fueron como una bofetada en la cara.
¿Su permiso? —dijo con voz ahogada—. Tengo treinta y cuatro años. No necesito permiso para vivir donde yo quiera.
A lo mejor has discutido con ella, querida, pero yo no podría herir así los sentimientos de Majo.
No hemos discutido —protestó Lali. Se le había formado un nudo en la garganta que apenas le permitía hablar. Dios, ¿es que todo el pueblo la consideraba tan inútil que no podía hacer nada sin el permiso de su madre? ¡Con razón nunca tenía citas con hombres! La humillación se mezcló con la rabia al ver que la señora Simmons ni siquiera pensaba que la hubiera insultado—. Pensándolo mejor, señora Simmons, no creo que me convenga el apartamento. Lamento haberla molestado.
Era un gesto de mala educación, pero colgó el teléfono sin la despedida de costumbre. Probablemente, la señora Simmons les contaría a todas sus amigas lo brusca que había sido Lali y que estaba enfadada con su madre, pero no pudo evitarlo. Además, puede que la señora Simmons no fisgoneara el interior del apartamento, pero desde luego que vigilaría todas sus idas y venidas y se sentiría obligada a informar de ellas a su madre. No es que tuviera la intención de hacer nada malo, pero aun con todo...
Sintió la humillación arder en su interior. ¿Era así como la veían todos sus amigos y conocidos? Siempre se había considerado inteligente, responsable e independiente, ¡pero estaba claro que la señora Simmons, que la conocía de toda la vida, no lo veía del mismo modo!
El paso que estaba dando llegaba con retraso, con mucho retraso. Debería haberlo dado diez años antes. Por aquel entonces le habría resultado fácil cambiar su imagen. Ahora tenía la sensación de necesitar una ley del Congreso —¡y un permiso firmado de su madre!— para cambiar la imagen que la gente tenía de ella.
Tal vez terminase siendo mejor no vivir en el apartamento de la señora Simmons, después de todo. Estaría fuera de la casa de su madre, pero todavía «bajo supervisión». Si quería cambiar su imagen, tendría que dar la impresión de gozar de completa libertad.
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GIULA: ¡PRIMERA EN FIRMAR!

ANONIMO: LA DE "A PESAR DE TODO" SI QUE ESTA PARA DESCARGAR MANDAME UN EMAIL Y TE LA PASO, LA ULTIMA QUE ESCRIBÍ NO LA QUIERO PONER PARA DESCARGAR DE MOMENTO. QUIZAS MAS ADELANTE.

FORCEL14: SI TE DIGO DE QUIEN ES EL LIBRO TE LO DESCARGAS Y NO ME LEES MAS JJAJAJAJA! ASI QUE TOP SECRET ;-) BESOSS

¡¡¡FIRMEN!!! ¡¡¡QUE NO CUESTA NADA!!! SI HAY MUCHAS FIRMITAS MAÑANA QUIZAS UNA MINI MARATÓN :-)

LAS QUIERO

FATY***

18 comentarios:

  1. ¿Como que le tiene que pedir permiso a la madre? Señora que tiene 34 años no 16. Que loca por favor!

    Más nove quiero mas!

    Besos! TeQ! :D

    Bego

    @beazam29

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  2. JJAJAJAJAJA DIOS ENCIMA LA SEÑORA QUE PERMISO OCUPA AL FIN Y AL CABO LALI LO PAGARA

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  3. jajaja eso tambien es verdad... bueno, pero no me importa nada leer tu novela me esta gustando mucho!! cuando puedas otro cap!! besos

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  4. PERMISO A SU MADRE¿¿¿??? lo que faltaba ya vamos... que fuerte con 34 años...

    esperando con ganas el cambio de look de Lali, y tambien el cambio de su forma de pensar y de ver las cosas =D

    besos!!!!!!! MUACKS ♥

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  5. Lina (@Lina_AR12)17 de mayo de 2012, 23:08

    JAJa,además de cambio de imagen y actitud necesita cambio de mente...pedir permiso a los 34,dios nos libre!JAJA

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  6. me encanta.. quiero Peter YAAA!! jajaja

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  7. jajaja me encanta la nove

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  8. Me encanta ,q feo q a esa edad le digan de pedirle permiso a la madre je! Espero más!

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  9. Me encantaa, se pone interesante jaja
    Espero maaas :D
    Besitoos





    Arii
    @AriadnaAyelen

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  10. Siento no haberte firmado antes, ya te dije que sali super cansada del trabajo y no leínada en todo el dia, pero ahora me he puestoal día y te juro que me muero por conocer a Peter, me encanta esta historia, lo que no me cuadra todavía es el primer capitulo...quiero mas

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  11. Pobre Lali, está totalmente asfixiada en ese pueblo, la vigilan y controlan!!
    Es como refrán "pueblo chico, infierno grande" jajaja
    Quiero más!
    Lore456

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  12. simpatico el viejito ese eh!? yo odiaria que me hagan algo asi, si a los 34 años para todos sigo siendo la chica que necesita el permiso de su mama para algo me voy a escapar ajajaj no se, no me gustaria nada..perdon que firmè tarde! no veo la hora que aparezca peter! besos!

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  13. Me encanta la nove !!!
    Quiero laliter jajaja

    Besoss

    leti2311

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  14. ajjj que señora más pesada! que se tiene que meter en su vida, y más aún como que preguntarle a su mamá :O TIENE 34!!!

    Más nove Faty!!! Me encanta ;) besos y te quiero!!!!

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  15. Jajaja,la vida de pueblo ,no te puedes librar d un solo vecino,estas en boca d todos ,hagas lo k hagas.

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  16. Noooo, pobrecitaaaa cada vez va de mal en peor pobre Lali!!!! u.u todo se va a arreglar cuando aparesca Peter ♥ :D ajajajaja @LuciaVega14

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